Hay un montón de aplicaciones de mensajería instantánea ahí fuera, y sin embargo son pocas las que acostumbran a captar la atención de los medios de manera habitual. La razón puede ser precisamente esa: hay tantas que el tema aburre, y salvo noticias puntuales son las dos o tres más populares las que se llevan el gato al agua. Lo curioso es que entre esas dos o tres tienda a colarse Telegram, cuando ni siquiera se cuenta entre las más utilizadas. ¿Por qué, entonces, un WhatsApp vs Telegram y no otra combinación? Porque, de un tiempo a esta parte, es también la confrontación más socorrida.
Si el interés se centrase únicamente en la base de usuarios de cada aplicación, la historia sería distinta. WhatsApp comenzó el año superando los 1.000 millones de usuarios; hace apenas unas semanas Facebook Messenger celebraba los 900 millones; a mediados del año pasado se conocía que Viber, otra seguidora de la senda del cifrado completo, había alcanzado los 700 millones de usuarios; a finales de 2015 WeChat arrojaba cifras de 650 millones de usuarios activos; Skype ronda los más de 300 millones de usuarios y Line se ha estancado en torno a los 200 y pico millones. Y no olvidemos a Google Hangouts, del que a pesar de no tener datos concretos, se deduce por su inmisericorde implantación en Android que andará bien posicionado aunque no se utilice. Así discurre la lista y en algún tramo del descenso no muy lejano nos toparíamos con Telegram, que en febrero anunciaba 100 millones de usuarios activos al mes.
Dependiendo de la región la cuota de uso de cada aplicación varía, pero en el global está el cuadro pintado y no parece que vaya a desdibujarse en breve. ¿Argumentos para el WhatsApp vs Telegram? Es decir, los argumentos detrás de la inclinación que la prensa tecnológica muestra por Telegram, y no por otras aplicaciones con mayor presencia en el mercado. Yo no puedo hablar por nadie más que por mí, pero mi impresión es que frente a la propuesta totalmente mainstream de WhatsApp, Telegram se presenta como la alternativa indie de moda. ¿Lo es? Me refiero para el gran público, el que solo entiende de lo que le dan.
Para quien sigue la actualidad tecnológica es diferente, porque sabiendo de dónde vienen ambas aplicaciones es imposible negar la evidencia: Jan Koum y Brian Acton dieron en el clavo con la creación de WhatsApp en 2009 (el por qué da para otro articulo) y hasta que Mark Zuckerberg comprase la compañía en febrero de 2014, se comían el mercado por méritos propios…, aun con sus errores, alguno de los cuales se ha arreglado bajo el tejado de Facebook. Por el contrario, Telegram surgió de la iniciativa de los fundadores de la mayor red social rusa, VK. No hay color.
Sin embargo, cuando en agosto de 2013 apareció Telegram, más que su procedencia fue la filosofía del proyecto lo que generó expectativas: un clon de WhatsApp en lo básico, pero con fuertes fundamentos en la seguridad, la privacidad y el código abierto. De hecho, después de seguir unos meses a Telegram, ya entrado 2014, me aventuré a publicar una reflexión en base a esa oportunidad para la mensajería abierta que aún no se ha concretado: falta por liberar software en el lado del servidor y en último término, sin un despliegue federal del servicio, sin independencia de proveedor, el sueño de una mensajería mundial libre y compatible nunca se hará realidad. Pudo haberse realizado con XMPP, pero el egoísmo de los gigantes del sector lo mató. Con que Google y Facebook se hubiesen puesto de acuerdo…
Llegados a este punto te estarás preguntando, ¿dónde está el WhatsApp vs Telegram? ¿No se van a comparar características? Vamos a ello, pero no esperes un cara a cara a fondo, y desde luego no uno tradicional. No merece la pena. WhatsApp y Telegram, siendo casi gemelos a primera vista, afrontan sus cometidos de manera muy diferente. Repasemos sus principales fortalezas.
WhatsApp destaca por:
- Implantación masiva. Este es el argumento definitivo: si todo el mundo está ahí, no hay otra. Puede que así sea en muchos casos, que no en todos.
- Cifrado completo. Lo mismo que la anterior, se acabe de estrenar o no. Salvo que se pruebe lo contrario, WhatsApp ofrece ahora mayor seguridad y privacidad por defecto que Telegram.
- Software libre. Protocolo y aplicaciones ponen al código abierto por delante, lo que supone una garantía para el usuario no ya por respetar las famosas cuatro libertades, sino -gracias a la segunda libertad, eso sí- por la seguridad que da el saber que lo que se está utilizando hace lo que dice hacer, y nada más.
- Multiplataforma. El abanico de soluciones multiplataforma basadas en Telegram, oficiales o no, cuida más que WhatsApp al segmento PC. Y ya que han salido a relucir las libertades del software libre, es debido a la segunda y tercera que esto es posible.
Seguridad y privacidad
Como se ve, WhatsApp se ha arrasado hasta ahora solo con el primer punto destacado, aunque también hay que reconocerle una función importante de la que carece Telegram, las llamadas de voz. Y viceversa: Telegram ha ido asentándose gracias a su espléndido soporte multiplataforma, pero características como el almacenamiento ilimitado en la nube o los grupos y canales aportan un plus interesante y con un valor de futuro.
Pero incluso las grandes fortalezas de cada aplicación se pueden discutir, y por ejemplo el cifrado completo de WhatsApp adolece de una fiabilidad óptima al no estar disponible su código fuente bajo una licencia libre. En cuanto a Telegram, a la mencionada falta por la no liberación de ciertos componentes de software de su infraestructura, se un par de inquietudes, de las cuales la primera es que no se trata de un proyecto comercial. ¿Cuál es el problema? Comparemos.
Mensajes, mensajes de voz, vídeos, fotos… vídeos y más fotos… Las aplicaciones de comunicación actuales genera una gran cantidad de datos que, para más inri, permanecen siempre disponibles en la nube y sincronizados entre cuantos dispositivos se tenga. Y los desarrolladores cobran un sueldo. En el caso de Telegram, además, hablamos de espacio ilimitado y límite de 1,5 GB por archivo.
Así, Telegram fluye por el ecosistema de las apps con aparente independencia, pero sostenida económicamente por los hermanos Durov. Será en el próximo par de años cuando se le busque un modelo de negocio que, en palabras de Pavel Durov, no contempla la publicidad. O lo que es lo mismo, no se traficará con los datos de los usuarios. Esa ha sido la premisa del servicio desde un principio; y no solo esa: “Telegram es gratis y seguirá siéndolo – sin publicidad, sin cuotas de suscripción, para siempre”, reza la FAQ del sitio oficial.
WhatsApp, en cambio, nació con un plan de negocio que tampoco incluía publicidad, pero que sí pedía el pago de una cuota de suscripción anual: 0,99 céntimos de dólar, algo más de 0,80 euros. Pero en WhatsApp solo querían engordar el pavo y las renovaciones automáticas sin el previo pago estaban a la orden del día. Sucedía incluso cuando “se pusieron serios” y advirtieron que empezaba a cobrar de verdad…; y había gente que se quejaba y amenazaba con dejar ese servicio que les facilitaba la vida y que exprimían al máximo, porque pagar es inadmisible…, sea testimonial o no. Y como vivimos en un mundo tan loco, cuando Facebook compró WhatsApp por un pastón y la viabilidad económica del servicio quedó asegurada, mucha gente comenzó a tirarse de los pelos al grito de privacidad. No es broma: los días siguientes al anuncio Telegram ganaba casi 5 millones de usuarios.
Como cabía esperar, WhatsApp acabó compartiendo información con Facebook; pero contra todo pronóstico, las cabezas pensantes de la red social le dieron una vuelta de tuerca a la aplicación que la ha dejado irreconocible. En manos de Facebook la app de mensajería se ha vuelto totalmente gratuita, ha mejorado y pulido sus aristas más peligrosas, y para rematar -lo anterior sí era pronosticable- ha implementado el cifrado de extremo a extremo por defecto. Una compañía como Facebook, que se alimenta de los datos de sus usuarios, prescinde del enorme potencial de WhatsApp para estos menesteres… ¿a cambio de qué? Más allá de que la compra fuese estratégica, los planes de monetización se centrarían en las empresas, no en los usuarios: ahora WhatsApp provee un medio de comunicación entre ambos seguro, privado y prácticamente estandarizado.
Si WhatsApp pretende hacer negocio con lo que podríamos englobar en contactos profesionales y comerciales, ¿qué hay de Telegram? Sin nada confirmado, por sus características da la sensación de estarse enfocando justo en lo opuesto: grupos y canales, o participación, colaboración y difusión; he aquí un ejemplo curioso de esto último. Hasta 5.000 usuarios caben en los ‘supergrupos’ y la audiencia de los canales, semejantes a un Twitter sin interacciones sociales, es ilimitada. El futuro dirá.
Terminamos con el asunto más susceptible e intrincado. Desde que Telegram apareció en escena y el pique con WhatsApp se hizo evidente, el servicio alemán (Telegram es de origen ruso, pero su sede está en Alemania para escapar de las garras del Kremlin) sacaba pecho por dos razones: seguridad y privacidad. Razones, valga la redundancia, fundadas a razón de su “manifiesto”, su código abierto y su novedoso protocolo casero de transmisión y cifrado de datos MTProto, diseñado por un grupo de gurús matemáticos liderado por Nikolái Dúrov, el hermano mayor.
MTProto tiene a su vez pros y contras: está desarrollado como un estándar abierto y su cifrado, que se sepa, nunca se ha roto, aunque han tentado a la suerte con suculentos premios económicos; pero ni gustó cómo se planteó el reto inicialmente, ni MTProto ofrece garantías a la comunidad de expertos en criptografía, por imbatible que permanezca. A este respecto hay que admitir que se han dado a conocer supuestas vulnerabilidades de procedimiento, si bien no ha trascendido incidencia alguna.
No pasó mucho tiempo desde que Telegram emprendiese el vuelo hasta que le salieran los primeros enanos, de los que la compañía siempre se ha defendido (ver comentarios). Pero las arremetidas no han cesado y, de igual forma, siempre apuntan al mismo objetivo: “la criptografía de cosecha propia es un mal enfoque“; incluso aunque no se pueda demostrar que sea vulnerable. Con todo, esta no es la única adversidad a la que se enfrenta Telegram.
WhatsApp. ¿Qué se sabe de su sistema de cifrado? A decir, verdad, bastante. Ha sido trabajo de Open Whisper Systems, desarrolladora de la aplicación de mensajería instantánea Signal, reconocida por su cifrado íntegro. Los pormenores técnicos están explicados en este documento (PDF). Asimismo, el sistema ha sido auditado por organizaciones independientes -y sin duda lo volverá a ser-, utiliza protocolos estándar y cumple con los requisitos de documentación para que los expertos verifiquen el diseño del cifrado.
En resumen, el cifrado de WhatsApp es completo: “el servicio ni genera ni almacena las claves de cifrado, usa una nueva clave pública para cada mensaje y da una huella digital a cada mensaje; no puede descifrar los mensajes en tránsito, no tiene ninguna información criptográfica sobre el usuario y si un espía consiguiera descifrar un mensaje, no tendría la clave para leer todos los siguientes”, señalan en Sophos Iberia; pero: “en realidad no se trata de cifrado “de extremo a extremo””, ya que los mensajes no viajan directamente de un usuario a otro, sino que pasan por y se almacenan en los servidores de WhatsApp. Lo importante es que se cifran -incluyendo metadatos- en la aplicación y la clave nunca se transmite al servidor, por lo que los empleados de WhatsApp no pueden leer los mensajes de los usuarios.
Los datos que sí recopila la compañía propiedad de Facebook son fecha y hora de las comunicaciones y número de destino.
Telegram funciona al revés: por defecto solo cifra la transmisión de los mensajes, cuyo contenido queda potencialmente expuesto a los administradores del servicio; mientras que el chat secreto es cien por cien “de extremo a extremo”, o de usuario a usuario, como se prefiera. Cifrado en el lado del cliente y sin intermediarios. ¿Por qué Telegram no lo cifra todo a cal y canto? Según la FAQ, se entiende que se debería a una imposibilidad técnica para tenerlo todo sincronizado y accesible para el usuario más básico, cuando no tiene por qué ser así: ahí está MEGA para demostrarlo. La comparación con WhatsApp es más difícil porque las opciones de compartición de archivos de ambos son diametralmente opuestas.
Todos estos detalles son relevantes en tanto en cuanto ofrecen precisión a la hora de comprender al menos por encima el nivel de seguridad y privacidad que brinda cada aplicación. Son estos detalles los que generan confusión y controversia, y como muestra esta discusión en Twitter que sintetizo por salubridad mental:
- El experto en seguridad Thomas H. Ptacek espeta en la red social que “Telegram almacena por defecto cada mensaje que el usuario envíe o reciba en sus servidores en texto plano”.
- A lo que Pavel Durov responde que “Telegram nunca almacena los mensajes en texto plano“.
- Entra en la conversación Edward Snowden y comenta “respeto a Durov, pero Ptacek está en lo cierto: Telegram por defecto es peligroso. Sin una actualización mayor, no es seguro”.
- No obstante, el ex-NSA matiza: “lo que importa es que los mensajes están accesibles para el proveedor del servicio“.
¿Cómo se come esto? De un bocado: Telegram sí cifra los mensajes, pero de manera predeterminada están, como ya se ha mencionado, potencialmente expuestos ante el proveedor. Solo el chat secreto asegura una confidencialidad óptima en las comunicaciones.
Entonces, ¿WhatsApp ha superado a Telegram en materia de seguridad y privacidad de verdad? Sobre el papel, sí, con una excepción. El cómo se ha logrado lo resumen bien en el blog de Kaspersky a modo de historia, una guiada por las estrellas que otorga la Electronic Frontier Foundation (EFF) en su tabla comparativa de aplicaciones de mensajería instantánea. De estar valorada con dos estrellas de siete, WhatsApp ha pasado a lucir seis; la que le falta es por no disponer de código fuente abierto susceptible de ser revisado por terceras partes.
Telegram puntúa con un cuatro de siete: falla en el aspecto señalado de no cifrar los mensajes solo en el lado del cliente; por no facilitar un método de verificación de identidades y por no implementar algún proceso de bloqueo de mensajes antiguos si el usuario extravía las claves de cifrado. Sin embargo, hace pleno cuando solo se usa la función de los chats secretos. Saquen sus conclusiones. Mientras tanto, a Telegram le queda margen de maniobra y WhatsApp no se va a estar quieto. En cualquier caso, las divergencias de dirección entre ambos están claras.
Nota para los insaciables: han quedado cosas en el tintero de uno y otro, características propias de cada aplicación y servicio que marcan diferencias más pronunciadas. Pero aquí íbamos a lo que íbamos. Todo es relativo.
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