La semana pasada Google y Verizon fueron noticia porque hasta cuatro medios de comunicación, con «The New York Times» a la cabeza, les acusaban de negociar a espaldas del gobierno americano un acuerdo para privilegiar determinados contenidos en internet, rompiendo la llamada neutralidad de la Red.
Ambas compañías lo negaron. Ahora siguen insistiendo en que su mayor aspiración es una internet neutral e igual para todos, pero a la vez proponen garantizar eso abriendo una serie de excepciones que muchos sectores de la comunidad internauta temen que de una u otra forma acabe convirtiendo la banda ancha en una verdadera manga ancha.
En un comunicado conjunto hecho público esta semana, el megabuscador Google y el operador telefónico Verizon reiteran su compromiso con una Red igualitaria y su solemne compromiso de someterse a ella, por ejemplo con la renuncia por parte de Google de buscar maneras de favorecer y acelerar las descargas de sus vídeos de Youtube.
Multas millonarias
Instan una y otra vez a la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC) -que canceló una reunión con el sector al enterarse de los conciliábulos entre Google y Verizon- a erigirse en inflexible árbitro y a velar porque Estados Unidos continúe «invirtiendo e innovando» para promover la extensión de la banda ancha.
También sugieren que la FCC imponga multas de hasta 2 millones de dólares a todos aquellos que vulneren el derecho de los usuarios a acceder a la Red en estricta igualdad de condiciones.
La norma que proponen está muy bien. El problema son las excepciones. Y es que estas son tantas y tan importantes que han levantado un unánime clamor de crítica. Prácticamente todo el mundo las considera una trampa legal. Un coladero para que las empresas puedan dosificar sus contenidos a la carta.
Por ejemplo Google y Verizon proponen que los proveedores de banda ancha puedan prestar determinados «servicios especiales» en condiciones «especiales».
¿Cuáles serían esos servicios especiales que escaparían a la regulación ordinaria? Pues aplicaciones relacionadas con «el control de la salud, la enseñanza, los deportes o el entretenimiento». Un cajón de sastre donde cabe un poco de todo.
Google ha puesto el virtuoso ejemplo de que la Metropolitan Opera de Nueva York quisiera descargar en la red una ópera mediante tecnología 3-D.
¿No requeriría eso una velocidad de descarga especial? Por supuesto. El reto es cómo impedir que, una vez autorizada, esta no se use también para otros «servicios».
Además las conexiones de los teléfonos móviles estarían exentas de control desde el principio. Con lo cual la neutralidad de la Red sería cosa exclusiva de las conexiones telefónicas fijas. Y no siempre.
Disgusto del público
El público está disgustado. Creen que lo que aquí se está proponiendo es el equivalente de la televisión por cable de pago, cuando esta empezó a circular por cauces distintos de la convencional.
La convencional no desapareció pero lógicamente perdió protagonismo. Porque los contenidos más interesantes estaban en el cable y porque allí era donde las empresas invertían y ponían todo el esfuerzo de innovación.
¿Pasará la mismo con internet? Aunque para muchos la simple posibilidad es un ultraje, también los hay pragmáticos que advierten de que la tendencia no tiene mucha vuelta atrás: para empezar las descargas en los teléfonos móviles inteligentes son todo un reto tecnológico en sí mismas, o se encuentra la manera de agilizarlas, o el servicio en la práctica no será viable.
Por lo demás la inversión pendiente para hacer llegar la banda ancha a todas partes continúa siendo enorme. ¿Quién la acometerá, sin una perspectiva clara y lo suficientemente golosa de obtener beneficios?
En el fondo lo que está en juego es si aquí tiene que prevalecer una lógica de negocio o de servicio público. ¿Es el acceso a una internet neutral un derecho público fundamental que debe ser protegido a toda costa? ¿O es una opción que puede garantizarse más o menos según las circunstancias?
No todos los expertos, gobernantes y países están de acuerdo en este punto. En Finlandia han legislado para hacer el acceso universal a internet un derecho inalienable pero sólo en Chile se han aprobado al más alto nivel normas explícitas para impedir la discriminación entre usuarios y contenidos.
Otros países, como Francia, han preferido dejar claro que la Constitución no garantiza la plenitud internauta.
En Estados Unidos, cuya pasión liberal siempre vive en tensión con su pasión por las libres oportunidades, las espadas siguen en alto.
En Estados Unidos, cuya pasión liberal siempre vive en tensión con su pasión por las libres oportunidades, las espadas siguen en alto.
Explica Anna Grau en ABC que las operadoras telefónicas presionan para que se les reconozca un papel en este negocio más allá del de meros felpudos de las empresas servidoras de contenidos.
Los activistas y abogados de la Red dicen que los enemigos de la neutralidad no pasarán. Y todo son dificultades técnicas y vacas flacas, incluso para Google, que ya empieza a percibir los límites de su hegemonía.
Las promesas de Obama
Barack Obama ganó las elecciones prometiendo una Red en libertad donde ninguna aplicación ni servicio tendrían prioridad sobre otros.
Bajo su mandato, en verano de 2008, la FCC sancionó al operador por cable Comcast por bloquear el acceso a varias descargas de contenidos.
En abril un juez federal de apelación consideró que la FCC se había excedido y no tenía potestad para aplicar esta sanción.
Lo mismo creen las operadoras que piden barra libre para las descargas en teléfonos inteligentes.
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