Cuando en junio de 2009 estalló la revuelta en Irán, los medios de comunicación occidentales se apresuraron a bautizar aquellas protestas como la primera revolución Twitter, y numerosos analistas y políticos vieron en semejante (y aparente) demostración palpable del poder agitador de las redes sociales un refuerzo para su ciberutopismo.
SOBRE EVGENY MOROZOV
Evgeny Morozov (Soligorsk, Bielorrusia, 1984) es Schwartz fellow en la New American Foundation y colabora con las revistas Foreign Policy y Boston Review.
Sus reflexiones sobre tecnología e internet se publican en El País, The Economist, Newsweek, The Wall Street Journal, The International Herald Tribune, The Boston Globe, State, Le Monde, Frankfurter Allgemeine Zeitung, The San Francisco Chronicle, Prospect, Dissent y muchas otras publicaciones, además de en la CNN, CBS, SkyNews, CBC, Al Jazeera International, France 24, Reuters TV, NPR, BBC Radio 4 y BBC World Service.
Evgeny Morozov participará del 14 al 16 de junio del II Encuentro Internacional de Comunicación Política en Bilbao. La obra ¿La revolución será realmente twitteada? El desengaño de internet es un libro de alto contenido no sólo tecnológico sino también geopolítico.
Evgeny Morozov se erige como voz crítica frente a los creyentes del papel decisivo e histórico de las redes sociales en los recientes hechos políticos actuales como, por ejemplo, la fallida Revolución Verde en Irán, a la que se quiso llamar la Revolución Twitter.
Según Morozov, la interrelación entre crecimiento tecnológico y democrático está sobrevalorada. El estudioso lo llama la “fantasía salvaje de los ciberutopistas” y se retrotrae hasta la Guerra Fría para fundamentar sus afirmaciones: el autor compara, por ejemplo, los pasquines que se distribuían en la Alemania Oriental a favor del capitalismo con las críticas políticas de blogueros a regímenes dictatoriales, como los que ocupan gran parte de los países del Norte de África.
Para él, la blogosfera no es unidireccional y los movimientos autoritarios también controlan a la opinión pública a través de la propaganda y la contra información. Además, estos se nutren de las mismas herramientas que los ciberrevolucionarios para desarrollar la censura y lo más importante, para fomentar el entretenimiento en la red creando una suerte de sociedad cautiva de internet. Han dicho... «Un libro de valor incalculable.
Habría que enviar un ejemplar a cada aspirante a revolucionario de Twitter, y a todos los que los jalean, sin enterarse de nada, desde las democracias occidentales.» The Boston Globe «Vehemente y combativo… Peligrosamente bien informado… Inyecta una bienvenida dosis de sentido común en un asunto al que le está faltando de forma clamorosa.» The Sunday Telegraph «Brillante y valiente.» The New York Times Book Review «Maravillosamente iconoclasta...
Un libro que no sólo es imposible dejar de leer, sino que también es provocativo, revelador y una esperada respuesta a la visión ciberutópica del mundo.» The Economist «De lectura obligatoria para todos. Una refutación mordaz y persuasiva a los ciberutopistas.» The Sunday Times «Agudo… Convincente… Oportuno.» Financial Times Los mitos de la libertad en la red Contra el ciberutopismo ¿Son las redes sociales en verdad útiles para el desarrollo democrático? ¿Llegará un día en que realmente “la revolución será tuiteada"? ¿O internet es más bien sólo un lugar donde ver pornografía y vídeos graciosos?
Provocador, diferente, incisivo, el joven Evgeny Morozov, columnista habitual de El País, pone en duda el poder de la aparentemente omnipresente y todopoderosa sociedad digital. Pese a lo mucho que se habla del poder democratizador de internet, los regímenes de Irán y China siguen estables y represivos.
De hecho, según Morozov, los gobiernos autoritarios están utilizando internet para aplastar la libertad de expresión, perfeccionar sus técnicas de vigilancia, diseminar propaganda innovadora y apaciguar a la población con entretenimiento digital.
Al decantarse a favor de la presunta naturaleza democratizadora de la red, los buenos samaritanos occidentales tal vez estén pasando por alto que la red mundial consolida a los dictadores, amenaza a los disidentes y dificulta —en vez de facilitar— el fomento de la democracia.
Armado de pruebas concluyentes, Morozov demuestra por qué hemos de dejar de pensar que internet y los medios sociales son liberadores per se, y por qué iniciativas ambiciosas y en apariencia nobles como la promoción de la «libertad en internet» pueden tener desastrosas implicaciones para el futuro de la democracia en su conjunto.
LA DOCTRINA GOOGLE
«Occidente ha tardado en descubrir que la lucha por la democracia no se ganó en 1989. Durante dos décadas ha estado durmiendo en sus laureles, a la espera de que Starbucks, MTV y Google se encargaran del resto. Este enfoque liberal de la democratización ha demostrado su impotencia ante el autoritarismo floreciente, que se ha adaptado de manera magistral a este nuevo mundo hiperglobalizado.» «El autoritarismo de hoy es amigo del hedonismo y el consumismo, de forma que Steve Jobs y Ashton Kutcher merecen mucho más respeto que Mao o Che Guevara. No es de extrañar que Occidente parezca desorientado. Mientras que los soviéticos pudieron ser liberados agitando la varita mágica de los tejanos, las máquinas de café exclusivas y el chicle barato, ese truco no vale para China. Al fin y al cabo, de ahí proceden todos esos bienes de consumo occidentales.»
«Gran parte del actual entusiasmo por internet, sobre todo las enormes esperanzas depositadas en su eficacia para abrir sociedades cerradas, es el resultado de estas selectivas y, en ocasiones, incorrectas lecturas de la historia, reescritas para glorificar el genio de Ronald Reagan y minimizar el papel de las condiciones estructurales y las contradicciones inherentes del sistema soviético.»
«Debido a estos motivos históricos, internet entusiasma a numerosas personas que toman decisiones, expertas y hábiles, que en realidad no deberían engañarse. Al observarlo a través del prisma de la guerra fría, adjudican a internet cualidades casi mágicas. Para ellas, es la «chuleta» definitiva que podría ayudar a Occidente a derrotar por fin a sus adversarios autoritarios. Teniendo en cuenta que se trata del único rayo de luz en un oscuro túnel intelectual de la promoción de la democracia, la importancia de internet en la futura planificación política está garantizada.»
«Y a primera vista parece una idea brillante. Es como Radio Europa Libre con esteroides. Además, resulta barato. No es necesario pagar programación, retransmisión y, si todo lo demás falla, propaganda. Al fin y al cabo, los usuarios de internet pueden descubrir ellos solos la verdad sobre los horrores de sus regímenes, sobre los encantos de la democracia y el irresistible atractivo de los derechos humanos universales, tan sólo utilizando herramientas como Google y siguiendo a sus amigos más versados en política en redes sociales como Facebook. En otras palabras, que tuiteen, y tuiteando alcanzarán la libertad. Según esta lógica, el autoritarismo se vuelve insostenible en cuanto se eliminan las barreras a la libre circulación de información. Si la Unión Soviética no pudo sobrevivir a un pelotón de panfletistas, ¿cómo sobrevivirá China a un ejército de blogueros?»
«La Doctrina Google (la fe entusiasta en el poder liberador de la tecnología, acompañada por el irresistible impulso de alistar a las nuevas empresas de Silicon Valley en la lucha global por la libertad) posee cada vez más atractivo para los diseñadores de políticas. De hecho, muchos de ellos se muestran tan optimistas sobre el potencial revolucionario de internet como sus colegas del sector empresarial a finales de los 90. ¿Qué podría salir mal?»
LA DES/ILUSIÓN EN LA RED
«Una vez estallan, las burbujas bursátiles poseen escasas consecuencias letales. En cambio, las burbujas democráticas podrían conducir con facilidad a una carnicería. La idea de que internet favorece a los oprimidos antes que al opresor resulta falseada por lo que yo llamo «ciberutopismo»: una fe ciega en la naturaleza emancipadora de la comunicación en línea, que descansa sobre una tozuda negativa a reconocer sus inconvenientes. Los ciberutopistas se dispusieron a construir unas Naciones Unidas nuevas y mejoradas, pero acabaron con un Cirque du Soleil digital.»
«Los ciberutopistas, que no previeron la reacción de los gobiernos autoritarios a internet, tampoco predijeron lo útil que resultaría para los propósitos propagandísticos de éstos, la maestría conque los dictadores aprenderían a utilizarlo para vigilar a sus súbditos, ni hasta qué punto se perfeccionarían los sistemas modernos de censura en internet. En cambio, la mayoría de los ciberutopistas se ciñeron al discurso populista según el cualla tecnología dota de poder al pueblo, que, oprimido por años de gobierno autoritario, se rebelará inevitablemente, automovilizándose a base de mensajes de texto, Facebook, Twitter y las herramientas que surjan el año que viene (al pueblo, es preciso comentarlo, le encantan estas teorías).»
«En realidad, la lección que debe extraerse es que internet es algo perdurable cuya importancia continuará aumentando, y quienes se preocupan por difundir la democracia no sólo tendrán que lidiar con ello, sino que también deberán encontrar mecanismos y procedimientos para procurar que nunca más vuelva a producirse en el ciberespacio una trágica metedura de pata de la envergadura de Abu Ghraib. No se trata de una posibilidad desatinada. ¿Cuesta tanto imaginar que un sitio como Facebook revele sin querer la información privada de activistas iraníes o chinos, descubriendo a los gobiernos de sus países las relaciones secretas entre los activistas y sus financiadores occidentales?»
«La premisa de este libro es muy sencilla: con el fin de rescatar la promesa de internet de contribuir a la lucha contra el autoritarismo, aquellos occidentales todavía interesados en promover la democracia hemos de alejarnos de la Doctrina Google, abandonando tanto el ciberutopismo como el internet-centrismo. En la actualidad, partimos de un conjunto defectuoso de suposiciones (ciberutopismo) y actuamos utilizando una metodología defectuosa, incluso tullida (internet-centrismo). El resultado es lo que yo llamo la Des/ilusión de la Red. Llevada al extremo, esta lógica puede tener consecuencias globales que quizá socaven el proyecto de promover la democracia. Es una locura que Occidente debería evitar.»
EL LADO OSCURO DE LAS REVOLUCIONES TWITTER
«La de Irán parecía una revolución que el mundo no sólo estaba contemplando, sino también blogueando, tuiteando, googleando y youtubeando. Bastaban unos cuantos clics para ser bombeardeado por hipervínculos que daban la impresión de arrojar más luz sobre los acontecimientos de Irán (de manera cuantitativa más que cualitativa) que cualquier información transmitida por lo que a los tecnólogos les gusta llamar de forma condescendiente medios tradicionales.»
«La Revolución Twitter de Irán reveló el intenso anhelo occidental de un mundo en el que la tecnología de la información sea el libertador en lugar del opresor, un mundo en el que la tecnología pueda ser cosechada para esparcir la democracia por todo el globo, en lugar de afianzar las autocracias existentes.» Para las autoridades iraníes, ese contacto entre sus enemigos jurados del gobierno estadounidense y una empresa de Silicon Valley que proporcionaba servicios en línea muy queridos por sus ciudadanos, tal como lo describían los medios occidentales, no tardó en despertar las sospechas de que internet es un instrumento del poder occidental, y que su finalidad verdadera consiste en impulsar un cambio de régimen en Irán. De pronto, las autoridades iraníes ya no consideraban internet un motor de crecimiento económico o una forma de difundir la palabra del profeta. Lo único que importaba en aquel momento era que la red suponía una amenaza clara que muchos enemigos de Irán iban a explotar. Cosa poco sorprendente, en cuanto las protestas amainaron, las autoridades iraníes se embarcaron en una purga digital de sus contrincantes. En pocos meses, el gobierno iraní formó un equipo de ciberdelitos de alto nivel compuesto por doce miembros, cuya tarea consistía en descubrir cualquier información falsa (o «insultos y mentiras», en su propia expresión) en sitios web iraníes. Los que propagaran información falsa serían identificados y arrestados. La policía iraní empezó a rastrear internet en busca de fotos y vídeos que mostraran rostros de los manifestantes (numerosos, gracias a la ubicuidad de los medios sociales), a fin de colgarlos en sitios web de noticias y pedir ayuda al público para identificar a los individuos.»
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